La arquitectura invisible de una ciencia que busca el cambio

En un mundo marcado por crisis ambientales interconectadas, la ciencia enfrenta una exigencia urgente: dejar de hablarse a sí misma y comenzar a dialogar con la sociedad. La investigación transdisciplinaria ha emergido como una respuesta a este desafío, integrando saberes diversos y actores múltiples para coproducir soluciones contextualizadas, equitativas y transformadoras. 

Pero la transdisciplinariedad no se sostiene solo en la voluntad de colaborar. Requiere una arquitectura invisible pero esencial: la coordinación. Una nueva publicación de la Academia Transdisciplinaria del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI), Belmont Forum, Global Development Network (GDN) e Inclusive Innovation, con el apoyo de la National Science Foundation (NSF) de EE.UU., propone mecanismos claros y sistemáticos para fortalecer esta dimensión crítica.  

Especialmente para países donde las desigualdades estructurales suelen replicarse en los procesos científicos, el informe “Coordinación transdisciplinaria: tender puentes para el futuro de la coproducción de conocimientos” (disponible gratuitamente en el sitio web del IAI) propone tres metas clave para mejorar la coordinación: 

  1. Cambiar la cultura científica: Impulsar comunidades inclusivas, multilingües y orientadas al impacto social, reconociendo que el éxito no se mide solo en publicaciones, sino en transformación real. 
  2. Transformar el financiamiento: Rediseñar los mecanismos de apoyo para incluir actores no académicos, flexibilizar presupuestos y valorar productos como resúmenes, videos o plataformas digitales. 
  3. Fortalecer capacidades: Formar facilitadores, comunicadores y mediadores capaces de navegar la complejidad de equipos diversos, promoviendo el intercambio de prácticas y la ciencia abierta con sensibilidad ética. 

Más allá de investigadores y financiadores, Coordinación transdisciplinaria destaca a una figura emergente: los coordinadores transdisciplinarios. Estos “agentes fronterizos” que conectan mundos distintos (académico, comunitario, institucional) y facilitan el diálogo, la planificación y la evaluación. Su papel, aún poco reconocido, es vital para que la transdisciplinariedad no se quede en buenas intenciones. 

El informe constituye tanto una guía técnica como una invitación a repensar cómo se produce conocimiento en contextos de alta diversidad cultural, institucional y política. Desde iniciativas como el programa Science Technology Policy (STeP) Fellowship del IAI, con su red interamericana, hasta laboratorios de políticas en África, la publicación ofrece ejemplos concretos de cómo la coordinación puede ser el motor de una ciencia más justa, abierta y útil. 

La coordinación transdisciplinaria se entiende como el conjunto de procesos no académicos que permiten la colaboración efectiva: participación de diversos actores sociales, facilitación de la interfaz entre ciencia y políticas, comunicación con públicos amplios, fomento de asociaciones institucionales y desarrollo conjunto de protocolos de evaluación. 

La publicación se puede descargar directamente aquí 

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